Una tenue lluvia. En el lugar donde habían covenido, se reunen D. Carlos con Lluiset y sus amigos. Una pequeña espera refugiados debajo de un portal. Permanecen un rato para que despeje el cielo. Deciden dar una vuelta por la urbanización mientras pueden asegurar que el tiempo no amenaza tormenta. Buscan el camino que muy bien señalizado, con una raya blanca y otra amarilla en paralelo, va marcando el recorrido. Al parecer la zona debe estar protegida.
Playa "L'Amerador"
Hoy el paisaje es costero, muy distinto al que acostumbran hacer cada semana D. Carlos con Lluiset y sus amigos. Por la ladera de la “Lloma Redona” abundan el tomillo y el esparto. Llegan donde esta un torreón de vigilancia desde donde se contempla todo el horizonte. En la vertical los acantilados que alternan con las calas o playas.
Contemplada la vista bajan por un camino con mucha pendiente y con alguna dificultad a la Cala d’Enmig y la del Morro Blau, con sus orillas hechas de grava, de piedras redondas y llenas de algas. Las urbanizaciones crecen sin parar como enjambre de casas y chalets que se comen hasta la misma playa.
El día sigue nublado. En algún tramo la lluvia cae finamente que sin darse cuenta va impregnando la ropa de D. Carlos, de Lluiset y sus amigos. Llegan a la denominada playa de L’Amerador. El nombre da pie a comentar su origen. En valenciano se dice “amerar” que significa remojar. Cuentan que como en la zona abunda el esparto, en este lugar se colocaba a remojo para ablandarlo y luego picarlo y poderlo trabajar.
Una lengua de tierra denominada “Cova del llop mari” separa la cala anterior de la playa de L’almadrava, aquí en otros tiempos se pescaban atunes con unas redes grandes. Atraviesan toda la playa de piedras redondas limadas por las olas que hacen un pisar diferente del suelo más duro y estimula a la planta del pie que ya viene cansada de las dos horas largas que llevan de camino. Aquí hacen un pequeño descanso para tomar un bocadillo y almorzar.
Llegan a L’illeta donde hay un torreón de vigilancia y excavados sobre el mismo acantilado los llamados “banyets de la reina”. Estas bañeras en la misma roca, que se comunican entre si, no revelan cual sería su utilidad en el pasado. En el pequeño collado, situado arriba de los banyets, hay unas excavaciones de un poblado íbero. Visitada la zona caminan hacia el puerto deportivo que han construido allí mismo y a continuación esta la Platja del Trajo.
Cala, collado, playa, espigón que hace de rompeolas y levanta la espuma blanca del azul mar y en gris día, la ausencia de gente magnifica la inmensidad del mar. Y andando y recordando los nombres que salen al paso de los lugares: Racó de la Safra, Baixador de les Llances, Moltavista, Platja de Sant Joan, Don Carlos va buscando la procedencia y origen del nombre que en unos casos aparecen con clarividencia y en otros no dicen nada.
La lluvia vuelve a enturbiar el día y después de cruzar el nuevo paseo de la Playa de San Juan, de pavimento resbaladizo por estar mojado, cogen el coche estacionado en una de las calles y buscan el restaurante para comer una paella de conejo y caracoles que no quedo al gusto de los cuatro comensales.
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